
No es raro que la prensa nacional asuma sin mayores cuestionamientos los tramposos conceptos que asesores comunicacionales como yo, solemos inventar. Se traga con extremada facilidad todo aquello para lo que la costumbre no la ha preparado para contradecir.
Uno de esos conceptos es el de "organizaciones pro vida". Grupos pro vida negaron presiones para lograr escasez de la píldora, relata radio Cooperativa; "Grupos pro vida esperan promulgación de la norma para recurrir judicialmente contra la congelación de embriones", publica diario El Mercurio. Ambos medios cuya línea editorial podría explicar casi legítimamente esa docilidad ante su uso.
Pero la eficiencia de aquél verdadero caballo de Troya, se encuentra por ejemplo en que Raúl Gutiérrez, editor del libertario y pluralista granvalparaiso.cl, escribe que "La opción pro vida que han adoptado los últimos gobiernos en Chile debiera complementarse..." o que en el sitio web del Partido Comunista chileno se señale que "a su vez se fundamentan en las corrientes católicas integralistas del empresariado y la derecha chilenos (opus Dei, movimientos pro-vida)".
¿Organizaciones pro vida? Pero por qué debiéramos llamar así a institucione

No seamos tan bobos. Comunicar ya es un proceso suficientemente complejo como para que absurdamente la hagamos más confusa. Las organizaciones anti aborto son eso: organizaciones anti aborto.