viernes, 20 de abril de 2007

Primera plana (The Front Page)





Reportero 1
(tomando el teléfono): Aquí Bensinger. Deme un hombre para reescribir. Ah, Marty, ¿eres tú?
Reportero 1 (lee su bloc de notas): "Nuevos antecedentes sobre la ejecución de Earl Williams"... Sí, la ejecución aún está programada para las siete de la mañana. "Las autoridades temen un levantamiento general de extremistas para ese día".
Reportero 2 (tomando su teléfono mientras juega póquer con otros reporteros): Aquí Murphy. Consígueme alguien para reescribir.
Reportero 1: "Guardias adicionales han sido colocados alrededor de la cárcel, el edificio municipal, terminales de ferrocarril y estaciones de metro".
Reportero 2: Actualización sobre la ejecución de Williams. "El sheriff Hartman ha contratado otros 200 parientes para proteger la ciudad del Ejército Rojo, el que está partiendo de Moscú en un par de minutos". Apuesto diez centavos.
Reportero 1: "Esto es lo que el condenado ordenó para su última comida: cóctel de camarones con aliño exótico, roast beef, coles de Bruselas, pastel de manzanas a la francesa y leche chocolatada".
Reportero 2:
"Como última comida, Williams pidió el menú extra de 95 centavos de un boliche grasiento frente a la cárcel".
Reportero 1: "A las nueve de esta noche, Williams será examinado por un nuevo psicólogo, el doctor Max J. Eggelhofer, a solicitud de la Asociación de Amigos por la Libertad de Norteamérica...". Eggelhofer, sí. El de Viena. ¡Lo puse hoy en mi crónica de la mañana! El que escribió ese libro, Auto abuso y comportamiento antisocial.
Reportero 1: "El pobre bastardo será ejecutado en la mañana y ese cerebrito vienés quiere preguntarle si jugaba con su cuerpo cuando tenía cinco años. Seguiremos informando" (cuelga).

(...)


Editor Walter Burns
(después de hacerse pasar sin éxito por el oficial Otto Fishbein): Dile a Hildy que le deseo toda la suerte del mundo, como que me llamo Otto Fishbein.

(...)

Doctor Max J. Eggelhofer: Dígame señor Williams, ¿fue usted infeliz en su infancia?
Earl Williams: En realidad, no. Tuve una niñez absolutamente normal.
Doctor Max J. Eggelhofer: Ya veo. Quiso matar a su padre y acostarse con su madre.
Earl Williams (al Sheriff Hartman): Si va a hablar sucio...
Doctor Max J. Eggelhofer: Cuando estaba en la escuela, ¿auto abusaba de usted?
Earl Williams: No, señor. No creo en eso. Nunca abusaría de mí ni de nadie. Amo a la gente. Amo a todo el mundo.
Sheriff Hartman: Sí, claro. Y aquel policía seguramente se habrá suicidado.
Doctor Max J. Eggelhofer: Bien, bien. Volvamos a la masturbación. ¿Alguna vez le sorprendió su padre en el acto?
Earl Williams: Ah, mi padre era... Él nunca estaba en casa. Era maquinista de tren en Chicago.
Doctor Max J. Eggelhofer: Muy significativo. Su padre llevaba uniforme al igual que aquel policía. Y cuando sacó su arma, un símbolo obviamente fálico, usted creyó que era su padre y que iba a usarlo para hacer daño a su madre.
Earl Williams (al Sheriff Hartman): Está loco.

(...)

Alcalde: Pete, llama al gobernador.
Plunkett: Oh, no puede.
Sheriff Hartman: ¿Qué quiere decir con que no podemos?
Plunkett: Es que el gobernador ha ido a pescar. Él sólo, con su guía indio y una canoa. Usted sabe, sin teléfonos, sin nada.
Alcalde: De seguro tomará su maldito tiempo ir a pescar.
Sheriff Hartman (suena el teléfono): Disculpen (sale).
Plunkett: Eh, alcalde... sólo entre nosotros. En realidad, no es que esté pescando. Ese guía indio es en realidad una mujer. De hecho, ni siquiera es india. Es de Nueva Jersey.

(...)

Peggy: ¿No le importa esperar, no?
Taxista: ¡Por qué tendría que preocuparme! La noche es joven, la brisa trae el olor de las orquídeas y el contador sigue corriendo (¡Clin!).

(...)

Dirección: Billy Wilder. Guión: Ben Hecht y Charles MacArthur (obra teatral original), Billy Wilder y I. A. L. Diamnd (adaptación cinematográfica).

domingo, 11 de marzo de 2007

El Periodismo del Miedo

Sin duda que la sobrevalorada periodista Constanza Santa María, en su evidente obsesión profesional, dejó pasar uno de los títulos que más le ayudarían a tranquilizar su paroxístico estilo de periodismo. Un matemático lee el periódico, de John Allen Paulos, no está en su biblioteca y, probablemente, nunca pasó por sus ojos. Una lástima, porque le habría servido de mucho. A ella y a nosotros, angustiados televidentes de sus crónicas en las que las palabras riesgo, peligro, cuidado, amenaza, alarma y desgracia campan como un manto siniestro que acecha al descuidado ciudadano.
Porque en uno de sus capítulos, el matemático denuncia esa tan fructífera como nefasta alianza entre periodistas y abogados –sobre todo aquellos que representan a personas que afirman haber sufrido perjuicios por culpa de productos o servicios defectuosos– a la que esa alumna aventajada de la escuela periodística de la PUC parece haber adherido hace rato.
Allen parte por reconocer que, seguramente, buena parte de esas denuncias son justificadas, pero pone su crítica en esa moraleja naif con que Santa María y todos los discípulos del periodismo del miedo bañan sus notas: que todos los peligros a los que estamos expuestos se podrían evitar si tan sólo los responsables pensaran un poco más, si las "autoridades" fiscalizaran más y los ciudadanos estuvieran más alertas:

- Nadie puede negar la terrible angustia de las familias y amigos, pero me gustaría ver aunque fuese sólo en una ocasión, algun trabajo periodístico serio que dijese "Todo esto es muy trágico, pero ¿qué política modificaríamos para reducir las probabilidades de estas tragedias sin aumentar por ello las probabilidades de otras?" (...) El dolor de las víctimas y la compasión que suscita se utiliza con excesiva frecuencia para justificar la absurda exigencia de que nunca debería haber riesgos".

- La incertidumbre es, en la ciencia, un estado corriente y a veces inevitable, pero jueces, abogados y jurados se comportan a menudo como si para responder de manera definitiva a todas bastase con que los testigos reflexionaran, los expertos tuvieran tiempo para hacer sus cálculos y se levantaran las tapaderas.

- En un experimento, por ejemplo, se dijo a un grupo de sujetos que un hombre había estacionado un coche en una cuesta y que el vehículo se había deslizado solo hasta una boca de incendio. A otro grupo se le dijo que el vehículo había atropellado a un peatón. Los del primer grupo pensaron, en términos generales, que se había tratado de un accidente; los del segundo grupo consideraron responsable al conductor. Que las consecuencias importantes tengan que ser resultado de descuidos importantes es una superstición encantadora.

Respecto a esto último, ojalá leyeran esto todos los generales después de la batalla que aparecieron tras la inauguración de Transantiago. Todos aquellos que se desgañitan apuntando con el dedo a las "autoridades" por no haber previsto todas las circunstancias que un cambio radical en la vida urbana implica. Todos aquellos que se escandalizan por las supuestamente torpes decisiones que causaron los problemas suscitados sin jamás preguntarse qué hubiese ocurrido si la decisión hubiese sido la contraria (¿serían capaces de asegurarme que no se hubiesen producido los mismos problemas u otros?).

domingo, 28 de enero de 2007

De las organizaciones anti aborto



No es raro que la prensa nacional asuma sin mayores cuestionamientos los tramposos conceptos que asesores comunicacionales como yo, solemos inventar. Se traga con extremada facilidad todo aquello para lo que la costumbre no la ha preparado para contradecir.
Uno de esos conceptos es el de "organizaciones pro vida". Grupos pro vida negaron presiones para lograr escasez de la píldora, relata radio Cooperativa; "Grupos pro vida esperan promulgación de la norma para recurrir judicialmente contra la congelación de embriones", publica diario El Mercurio. Ambos medios cuya línea editorial podría explicar casi legítimamente esa docilidad ante su uso.

Pero la eficiencia de aquél verdadero caballo de Troya, se encuentra por ejemplo en que Raúl Gutiérrez, editor del libertario y pluralista granvalparaiso.cl, escribe que "La opción pro vida que han adoptado los últimos gobiernos en Chile debiera complementarse..." o que en el sitio web del Partido Comunista chileno se señale que "a su vez se fundamentan en las corrientes católicas integralistas del empresariado y la derecha chilenos (opus Dei, movimientos pro-vida)".
¿Organizaciones pro vida? Pero por qué debiéramos llamar así a institucione
s cuyo único objetivo declarado es oponerse a cualquier regulación del aborto. ¿Cuántas manifestaciones contrarias a la pena de muerte han protagonizado las "organizaciones pro vida"? No recuerdo haber escuchado a ninguna de ellas pronunciarse indignadas por la ejecución de Saddam Hussein, como sí escuché a representantes de Amnistía Internacional –una organización que sí podría definirse con justo derecho como una organización pro vida. ¿Cuál es la opinión de estas organizaciones sobre la destrucción de los ecosistemas y la desaparición de las especies, sobre las guerras en distintas partes del mundo, sobre la aplicación de la pena capital? Muerte, muerte, muerte... ¿Dónde están entonces las "organizaciones pro vida?
No seamos tan bobos. Comunicar ya es un proceso suficientemente complejo como para que absurdamente la hagamos más confusa. Las organizaciones anti aborto son eso: organizaciones anti aborto.

jueves, 25 de enero de 2007

La prensa democrática según Canal 13



Con el muy cristiano y objetivo de ser un medio de referencia, Canal 13 nos acaba de entregar una memorable pieza de su inexplicable concepto de prensa democrática. "¿Cómo vivieron la muerte de Pinochet dos mujeres políticamente opuestas?" en el programa En boca de todos, quiso presentarnos la figura del ex dictador desde dos miradas: la de una simpatizante de Salvador Allende y otra de Augusto Pinochet. Con ello, nuestro canal católico pretendía fundar su imparcialidad, objetividad y apego a lo que se supone es una prensa de calidad mostrando dos miradas contrapuestas sobre la figura política del ex-dictador Pinochet, que finalmente se abrían a la posibilidad de un reencuentro.
Lo que Canal 13 no ha entendido y no entenderá nunca mientras mantenga tan errática y difusa línea editorial es que una prensa democrática no es aquella que presenta con pretendida objetividad las visiones contrapuestas de determinada realidad. ¿O acaso debiéramos debatir si el sol sale o no por el oeste sólo porque una persona diga que es así? Una prensa democrática es aquella que se define como tal –entre otras cosas porque no existe prensa que no sea democrática: eso se llama propaganda.
Para una prensa realmente democrática la figura de Pinochet y su gobierno no puede retratarse simplemente como un debate sobre el lado positivo de la dictadura versus el lado negativo. Porque el debate de si un gobierno dictatorial es bueno o malo no es debate: toda dictadura es mala. Debatamos si el gobierno de Allende fue bueno o malo –yo apuesto porque fue malo–, pero una prensa democrática no puede conceder la misma calidad de debate a una dictadura. Porque si es así uno esperaría ver un debate "objetivo" sobre si el gobierno de Hitler fue bueno o malo. Esperaría que se le dieran minutos de pantalla a todos aquellos quienes niegan el holocausto y defienden el militarismo nazi como una efectiva política de recontrucción nacional.

(Publicado originalmente el 15/12/2006 en el blog de El Otro Yo)

Territorio Antártico ¿Chileno?

Entre las múltiples muestras de confusión que existe en la prensa nacional sobre su propio rol –por ejemplo otorgarse un rol moralizador o solidario–, destaca el de hacer soberanía por sobre su deber de informar. Y nada más palpable de esta situación que toda mención a la Antártica.

Desde el Icarito, hasta El Tiempo en Canal 13. Desde el informe meteorológico de La Tercera hasta TVTiempo de TVN insisten en llamar a ese pedazo de hielo ubicado entre los 53°W y los 90°W como Territorio Chileno Antártico o Antártica Chilena y otorgarle sin lugar a dudas, carácter de parte integrante del territorio nacional. Lo dramático es que la perseverancia tiene sus frutos y parece que nadie en Chile tiene conciencia de dicha verdad forzada. Jamás he escuchado a nadie, en ninguna circunstancia siquiera poner entre comillas dicha falacia: Chile no posee ningún territorio en la Antártica, así como ningún otro país lo posee.

Cualquier periodista informado debiera saberlo, pero el continente helado se rige por el Tratado Antártico, firmado el 1 de diciembre de 1959 por trece países, entre ellos el nuestro, y que en su artículo 4º establece un congelamiento permanente de cualquier pretensión de soberanía. Nuestra Antártica no es más que un reclamo territorial no reconocido por ningún otro país, ni menos por las Naciones Unidas. Además, es un reclamo tan feble que cerca del 60 % del “Territorio Chileno Antártico” forma parte de la “Antártida Argentina” y cerca de un 80% del “Territorio Antártico Británico” –países que por supuesto tampoco tienen ninguna soberanía sobre hielo alguno.



¿Desde cuándo que la prensa debe asumir como propia la función de "hacer soberanía"? Independiente de lo válido o no de todo aquello de la "defensa de la patria", ¿acaso dicho rol no corresponde a otros actores sociales? ¿Es tan débil el compromiso de nuestra prensa con la libertad de opinión o información que ante cualquier valor que entre en conflicto con ella está dispuesta a cederla?